ARCHIVO VISUAL
Los cambios tecnológicos ocurridos desde la aparición del primer medio de transporte moderno en la ciudad -los denominados ‘carros de sangre’- incluyen el paso de la fuerza animal a la eléctrica y la posterior introducción de los vehículos con motor a explosión.
… que impone la introducción de nuevos medios dejan huellas en la memoria de los habitantes de la capital, muchas de las cuales han caído en el olvido debido al poco interés prestado a la movilización colectiva.
1857-1900
Capacidad: 35 pasajeros aprox.
1900-1959
capacidad 50 pasajeros aprox.
1920-1950
capacidad 30 pasajeros
1940-1990
capacidad 60 pasajeros
1947-1981
capacidad 60 pasajeros aprox.
1947-1978
capacidad 80 pasajeros aprox.
Hacia 1850, Santiago contaba con unos cien mil habitantes, los que aumentaban permanentemente debido a la migración desde zonas rurales.
Una de las principales inversiones públicas de aquella época fue la inauguración del ferrocarril del sur entre la actual Estación Central y San Bernardo. Éste impulsó la formación de la primera línea de tranvías tirados por caballos, llamado popularmente ‘carros de sangre’.
Se implementó un recorrido licitado por la Municipalidad de Santiago a la extranjera “Compañía del Ferrocarril Urbano” en la Alameda de las Delicias, entre Arturo Prat y la Estación Central.
Los vehículos eran carruajes de armazones metálicos y transitaban sobre rieles enterrados en el piso, asegurando un menor roce. Es decir, se podía llevar más peso a mayor distancia y con menor esfuerzo para los animales. En los carros se accedía a un primer o segundo piso: en el primero los pasajeros iban sentados, mientras que el segundo también, pero sin un techo que los protegiera.
A finales del siglo XIX se produjo el arribo de la electricidad. Esto, sumado al mal servicio de los ‘carros de sangre’, llevó a que la Chilean Electric Tramway & Light Co. -compañía administradora del alumbrado público y privado- a establecer un servicio de tranvías eléctricos.
A poco andar se evidenció que el servicio tenía serios problemas: bajas frecuencias, poca higiene en el interior de los carros, quejas sobre el exceso de pasajeros y alto costo de las tarifas. Pero la empresa estuvo más preocupada de mantener y renovar el sistema de provisión eléctrico domiciliario y público, ya que le traía más ganancias que invertir en los tranvías. De hecho, hubo un recambio de máquinas recién en la década de 1920.
Las “góndolas” eran vehículos adaptados para la locomoción colectiva, mediante la construcción de carrocerías de madera montadas sobre chasis y motores de camiones y automóviles.
Tenían varias ventajas sobre los tranvías: al ser a motor diesel, no necesitaban de una infraestructura costosa, maniobraban mejor al no estar restringidos al recorrido de los rieles –reduciendo con ello los tiempos de viaje- y gozaban de mayor autonomía, pudiendo llegar a las periferias santiaguinas.
Desde 1920 las ‘góndolas’ fueron un competidor directo de los tranvías. Sus dueños eran pequeños empresarios nacionales, cuyas primeras líneas comunicaron Estación Central con Plaza de Armas, esta última con Plaza Baquedano y las Estaciones Central con Mapocho. Sin embargo, su gran número ayudó a congestionar el centro capitalino, por lo que hacia 1930 se comenzó a hablar de “el problema del tránsito”.
El crecimiento de Santiago, que para 1940 tenía 900 mil habitantes, así como los problemas de cobertura provocó el ingreso del Estado como un protagonista en la locomoción colectiva.
La Compañía de Tranvías, de capitales extranjeros, fue intervenida por el Estado en 1941.
Surgida a partir de la antigua empresa de tranvías capitalina. Esta compañía importó los primeros autobuses modernos del país, los “REO” y “Twin Coach”, así como los trolleys “Vetra” y los “Pullmann Standart” estadounidenses.
La ENT fue reemplazada por la Empresa de Transportes Colectivos del Estado (ETCE), completamente estatal y encargada del transporte público de Antofagasta, Valparaíso, Santiago y Concepción. La ETCE desapareció también por decreto el año 1981, en plena liberalización de la movilización colectiva impulsada por la dictadura militar.
La dictadura militar que rigió al país desde 1973 inició un plan para desmantelar a la ETCE, implicando el fin del servicio de trolebuses en 1978 y tres años después su cierre y el remate de todos los trolleys y autobuses.
Así, durante los ’80 hubo una liberalización absoluta del transporte público, manifestada en miles de micros particulares compitiendo por los pasajeros. Recorridos como “Matadero-Palma”, “Recoleta-Lira” u “Ovalle-Negrete” se mantienen aún en la memoria de muchos santiaguinos.
La falta de control en el número de máquinas y recorridos llevó a un colapso vial. Los problemas de congestión, tarifas, alto consumo de combustibles y polución se agravaron. Los problemas antes mencionados hacían imprescindible un cambio radical al sistema: esto se realizó mediante la intervención del Estado a comienzos de los ’90, una vez retornada la democracia.